SAN BERNARDO - La soledad del expedicionario. Por: Ernesto Ballesteros

Mientras, sentado en su tabla, espera La ola, Bernardo planea expediciones locas. De esas que hoy en día son bienvenidas en el terreno del arte contemporáneo.

Pero el surfer está lejos todavía de preocuparse de esto. Por suerte.

Solo se divierte espiando y molestando a algunos animalitos de dios, de una manera más que amigable. Los persigue, pero no para alcanzarlos, sino queriendo de alguna manera dialogar, compartir con ellos ese espacio que los une, exponiéndose no solo a las fieras y a las inclemencias del tiempo, sino a ser malinterpretado.

El perseguidor y el perseguido se cansan de cumplir esos roles y solo se desplazan a cierta distancia uno del otro a la misma velocidad.

Pero el diálogo es imposible: ni el señor perro ni la señora Mirtha entienden el chiste, ni la caricia, ni el llamado.

Al expedicionario solo le queda registrar la belleza de la persecución y ciertos reflejos.

Ahí es cuando trae sus cosas, su carpa y sus diarios de viaje a un espacio de arte. Espacio en el cual todos entendemos.

Venga pues un gran abrazo, Bernardo!!